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dimecres, 7 de setembre del 2011

FIN DE SEMANA (CAPÍTULO PRIMERO)














FIN DE SEMANA

CAPÍTULO PRIMERO


La montaña aquella era bastante alta, aunque no mucho, y con muchas rocas por todos lados. Jaume corrió hasta allí, perseguido por aquel tío feo con cara de gángster de tebeo de Mortadelo y Filemón. Jaume estaba asustado y corría mucho. El camino ya hacía cuesta arriba, y como él ya estaba algo cansado por la carrerita, resoplaba.
Subiendo por aquel camino estrecho, ya pasaba al lado mismo de un barranco, que se encontraba a la derecha de Jaume. Y él se decía a sí mismo que no era ningun héroe, y por eso huía. Ya se lo decía a su padre, pero éste no le hacía ningun caso. Todo eso de los héroes es mejor para las novelas y para el cine, pero nada... Cogió la bolsa de deportes que llevaba con sus cosas y se la puso debajo de su brazo izquierdo para llevarla mejor, pero en ese momento el tío feo aquel se le tiró encima, haciéndole caerse al suelo, bastante duro, con alguna roca, algunos trocitos de hierba y muy estrecho, que tenía allí mismo un barranco tremendo de unos quince metros de altura, al cual quería tirarle el feo.
Jaume y él forcejearon, el primero de ellos con desesperación, con el pánico añadido de ver tan de cerca la muerte, segura si te caías por un barranco tan encrespado como aquel. Quería soltarse, pero el feo tenía mucha fuerza. El pie de Jaume pisaba el suelo, muy quebradizo, y alguna piedra se salía de su sitio, cayéndose rodando al fondo del barranco. Y seguían forcejeando.
De pronto, Jaume hizo un esfuerzo y consiguió quitárselo de encima. Y oyó un grito, muy angustioso, horrible, que te deja la piel de gallina, que recordaba a alguien que se caía de lo alto de un edificio de ocho pisos. Era que el feo se había caído por el barranco. Cuando Jaume, aun temblando de miedo y de la impresión, miró abajo, vio al hombre que yacía al fondo, cabeza abajo, sin moverse. Esperó casi un minuto, a ver si aun estaba vivo, pero nada, parecía una estatua. Jaume estaba asustado. No se atrevió a mirar más, se levantó y se largó de allí, corriendo, cogiendo antes su bolsa de deportes. . Se fue sacudiendo el polvo de la ropa, deprisa, por el camino, de manera casi cómica, por aquel camino estrecho…
Han pasado tres horas, y ahora ya es mediodía. Jaume se encontraba haciendo auto-stop en una carretera, concretamente la C-147, de Balaguer a Alòs de Gil, cerca de Tremp, en el tramo Tremp-La Pobla de Segur. Hacía mucho tiempo que Jaume no veía ésta carretera, que cuando era un niño estaba muy mal asfaltada, con mucho bache y algo estrecha, como muchas de las carreteras que en esa época tenía el Estado español, cuando en él, desgraciadamente, gobernaba un hombrecillo pequeñazo, con cabeza de cerilla sin encender y voz de gallo afónico. Ahora está muy bien asfaltada y ancha, da gusto circular por ella, como una carretera de las que se ven en el resto de Europa.
Recordemos que no estamos en la época actual, sino a principios de la década de los años ’90, es decir, en el año 1990, por lo que muchas de las cosas mencionadas en éste relato no les sonarán de mucho a muchos/as lectores/as actuales, así que luego no se vayan quejando. Ya describiremos qué es cada cosa, si no la entienden. Pero si no la entienden bien, no es nuestro problema, sino de ellos.
Bien, él hacía auto-stop, y habían pasado dos coches. Pero no se paraban para recogerle. Jaume ya se impacientaba un poco.
Jaume Sariñena Alegret era un hombre de unos 26 años, alto, guapo, pelo y ojos castaños. Se encontraba aquel fin de semana del mes de Agosto por aquella zona de la comarca catalana del Pallars Jussà, en la provincia de Lleida, yendo hacía la zona montañosa, que siendo cerca de los Pirineos, podían encontrarse cantidad de montañas. Pero ahora no le coge ningun coche. Y eso le fastidiaba mucho.
Pero parece que ahora sí le cogerá un coche. Vio pararse un Renault-5 dos puertas de color naranja, y lo conducía una chica. Ésta abrió el parabrisas delantero derecho, el del asiento para la persona que va al lado del conductor, y le dijo:
--Puedes subirte, nano. ¿A dónde vas? –ella hablaba con una jerga algo pasota, pero al estilo catalán.
--A… a La Pobla de Segur –contestó él.
--Bien. Súbete, nano. Yo también me voy allí, a ver a mis tíos.
Jaume, de repente, y no sabía luego por qué lo había hecho, quería subirse al coche, sí… pero por la ventanilla. Parecía que al ver a la chica y su físico espectacular se había quedado un poco aturdido. Ella lo riñó, aunque de manera irónica, no severamente.
Ella era rubia, ojos azules, cabello peinado de manera tipo greña, digamos cási estilo leona años '80, físico espectacular como de top-model, pendientes de argolla muy grandes, labios pintados de color rosa pálido cási brillante, vestido rojo minifaldero, piernas largas y bien torneadas... Vamos, una belleza que vuelve locos, literalmente, a los hombres que la contemplen, aunque suene tópico. Si a eso añades su manera de ser desenvuelta y espontánea, se entiende todo lo anterior.
--¡Eh, tú, nano! ¿Te has vuelto gilipollas? ¿No puedes entrar abriendo la puerta, como todo el mundo? –ella sonrió también de manera irónica.
--Sí, maca, perdóname. A veces me pasan chorradas como éstas…
--Sí, y una de ellas es ponerte nervioso al ver una tía buena como yo, ¿no? Es que todos los tíos siempre acabais igual.
--Quizá es eso, tía. Bien, ¿nos vamos?
--Yes, milord –respondió ella, poniendo voz de hombre, tipo mayordomo inglés, con acento inglés británico incluído, bien
imitado--. Llegaremos volando. ¡Brom, brom…!
Se subió él al coche y salieron hacía La Pobla de Segur. El camino era de unos diez kilómetros, en el cual había algunas curvas, pero suaves. Mientras iban por él, Jaume y la chica hablaron mucho, quizá por que ella quiso hacerlo y era muy simpática. Además, él le caía también muy bien a ella.
--Eh, nano, ¿cómo te llamas? –le preguntó.
--Jaume. Para servirte, tía, si no te lo montas muy bien.
--Oh, gracias, nano... eh, Jaume, ¿eres de Barcelona?
--Sí, tía. Ahora vivo en Rubí, fuera de la ciudad. Me gusta más el aire libre. Trabajo como disc-jockey en una discoteca de allá.
--¿Tú eres el nano que pone los discos en la disco El Vallès? –le preguntó ella, mirándole de reojo mientras conducía.
--Sí. ¿Por qué? ¿Has estado allí?
--No, es que unos amigos míos me habían hablado de un poca-solta que en una discoteca de no sé dónde sólo ponía chorradas, ja, ja... y por un momento he pensado que a ver si ese poca-solta eras tú.
--Ah, comprendo –dijo él, comprendiendo el chiste malo de ella.
--No, era una broma, nano. Ya he estado allí, y pones cosas molonas. Y eso que hoy en día sacan al mercado cada mierda de disco –le tranquilizó, dándole una palmadita en el hombro izquierdo.
--¿Es decir, que te has dejado caer por allá, no?
--Sí, Jaume, sí. Y he movido cantidad el esqueleto. Bien, hablemos de cosas más trascendentes, que a veces me mola más: yo me llamo Rebeca.
--¿Rebeca?
--Sí, Rebeca Junquera i Ascó. Mis viejos me pusieron ese nombre por la peli de Hitchcock. Los apellidos te parecerán una lección de geografía catalana, por que eso parecemos los de mi familia, un libro de Geografía. Tengo parientes con apellidos como Figueres, Barcelona, Tortosa, Cervera, Burgos... Cuando hablamos de algún sitio al que queremos viajar, miramos a alguno de los parientes y entonces decidimos. ¿Te parece genial, nano?
--Sí, tía. Ni yo mismo hubiese ideado chorradas así. Bien, tú, ¿en qué trabajas?
--Soy dependienta de unos grandes almacenes, aunque hice estudios para guiones cinematográficos.
--¿Guionista? –se interesó Jaume.
--Sí, tío, guionista y todas esas chorradas. Aun no he encontrado a nadie que le interesen los guiones que he escrito. Creo que a estos directores poca-soltes que hay ahora en éste país no les interesan.
--¿Por qué? ¿De qué hablas en tus guiones?
--Nada, Jaume: de cosas cotidianas, cosas de hoy, humanas, muy próximas... Además, trato de hacerlo desde un punto de vista objetivo... algo que no sea esa visión gilipollas que se hace en muchas películas, ese rollo machista de la mujer fatal ó la mujer tonta que no tiene cerebro... Y además, no me interesa hacer personajes femeninos que en toda la película sólo se desnudan y hacen chorradas. Si tienen que desnudarse, que no estoy en contra de ello, tiene que ser por que haya un motivo, nano, no por que al guarro del director le salga de los cataplines. Y si nosotras no hacemos eso, no les mola sacarnos bien.
--Ya había oído eso. Estoy de acuerdo contigo.
--Ah, muy bien, nano. Eso me mola cantidad.
--Cuando ligo, me fijo no sólo en el cuerpo de una chica, sino también en el cerebro.
--Fotre, nano, me gustan los tíos que piensan así. Me gustas, ¿sabes?
--Gracias, Rebeca. Tú también me gustas.
--Eso está bien para empezar una relación ó un rollete.
--Me pareces muy inteligente y encantadora, además de guapa. No hago piropos gilipollas ni cursis.
--Ah, nano, eso está muy bien. Nunca había oído a un tío hablarme así. ¿Has conocido muchas chicas?
--Sí, muchas. Hasta hace poco tuve una novia, Mireia, pero cortamos por que ya no nos entendíamos nada.
--¿Qué os pasó?
--Nada, es que yo tengo muchas manías, y ella también. Lo dejamos, amistosamente, y ahora somos buenos amigos. Yo le dije que si tuviera algún problema, trataría de ayudarla. Mireia aceptó, y dijo que si fuera al revés, también ella me prestaría ayuda. Ahora ella tiene novio, con el que se casará pronto.
--¿Estuvisteis muy enamorados?
--Sí, claro, muchísimo. Y aun la echo de menos. Y tú, ¿tienes novio?
--No. Ya no. Mi último novio se llamaba Llorenç. Mi relación con él fue muy apasionada, como habrá sido la tuya con Mireia. Yo había tenido muchos ligues, pero la cosa con ellos no molaba mucho, hasta que le conocí a él. Cuando le conocí, en una discoteca de verano en la Costa Daurada, en Coma-ruga, creía que ya había encontrado al hombre de mi vida y chorradas de éstas, pero no; el es empleado de un Banco en Barcelona, y al principio tuvimos una relación muy apasionada, yo me sentía feliz, él también. Cuando estábamos juntos, salíamos a muchos sitios, nos besábamos en rincones, hacíamos el amor... Pero él quería llegar muy lejos en su trabajo, ser alguien importante, y llegaba un momento en que nos veíamos poco... Ello empezó a joder la relación, poco a poco, y al final, no aguanté más...
--Ya, gracias –Jaume pensó que, ahí, Rebeca ya le había contado bastante--. ¿Y luego...?
--Sí, rompimos, como Mi... Mireia y tú, amistosamente, sin guerras de sexos ni chorradas. No sé yo si fui un poco gilipollas, que soñé al principio en una relación como en los cuentos de hadas. Además, yo no soy de esas tías que se ven en Marbella, y no me gustan los lujos, ni siquiera las chorradas que hace ésta gente. Y esto quería Llorenç que yo hiciera. Luego, yo quería ser guionista, y él no quería. En el fondo, Llorenç era algo rarillo, y quería que fuera economista, como la mayoría de los de su familia. Aunque esto me parecía un pretexto, ya que los que manejan la pasta sólo piensan en ganar más y más. Y yo, como hago guiones al estilo de las
pelis francesas, no como las series chorras tipo Falcon Crest ó Dallas (1) , se le ocurrió eso de sugerirme el hacerme economista. Me
costó convencerle, pero aceptó que eso no podía ser... Eso fue una de las cosas que empezaron a enfrentarme con él. Pero ya te lo contaré otro día.
--No hace falta, Rebeca –dijo Jaume, al ver que ya llegaban a La Pobla de Segur y entraban por aquella calle enorme y larga que cruza casi todo el pueblo, cruza el río Flamicell y va siguiendo hasta volverse otra vez carretera y seguir hasta Sort, a 29 kms.
El Renault-5 de Rebeca paró en aquella calle, y ella le dijo:
--Bien, yo me quedo aquí. Cerca de aquí viven mis tíos. Adios, Jaume, y que te lo montes bien. Ya nos veremos algún día por Barcelona –le da una tarjeta de visita--. Aquí te doy mi tarjeta, con mi número de teléfono móvil.
--Gracias, Rebeca. Eh… yo podría invitarte a cenar a algún restaurante de por aquí. ¿Te gustaría?
--De acuerdo, Jaume –aceptó ella sonriendo--. Yo pensaba irme con unos amigos y amigas míos. Siempre lo hago cuando vengo

(1): Series de televisión estadounidenses, muy populares en España en aquella época. La primera se emitió por TVE, y la segunda fue sobre todo famosa en Catalunya, a través de TV-3, una de las primeras series extranjeras dobladas al catalán, a partir de su emisión en 1983. Primero se emitió para toda España por TVE. Luego pasó a las televisiones autonómicas, emitiéndola cada una en su idioma.1):




por aquí… pero nos encontraremos ésta noche. ¿Nos vemos a las nueve?
--Sí, claro. Toma –le da él también una tarjeta de visita--, ésta es mi tarjeta, y también el número del móvil. Ah, puedes venir como
vas vestida ahora, no hace falta que te pongas como si fueras a una audiencia con el Pujol en la Generalitat.
--Yo iba a decirte lo mismo, nano. Odio los vestidos cursis, me hacen salir granos. Menos mal que en los grandes almacenes en los que trabajo no tengo que llevar uniformes muy… eso.
--Hasta luego, Rebeca. ¿Nos encontramos aquí mismo?
--Sí, me parece bien. Hasta luego, Jaume.
Y se fueron, cada uno por su lado. Rebeca a casa de sus tíos, y Jaume a buscar una habitación en un hotel de allí.
Ésta estaba en un primer piso, con una cama bastante ancha. Se dejó caer encima de ella, y soltó un resoplido muy largo, como de alivio infinito. Era, claro, por que aquella mañana había estado a punto de palmarla. Menos mal que se sentía aliviado por haber conocido después a una criatura tan preciosa como Rebeca Junquera.
Recordó lo que le había pasado, el cómo llegó a meterse en aquel embrollo…
Paseaba cerca de Talarn, a dos kms. de Tremp, el pueblo más importante de la comarca catalana del Pallars Jussà, mucho más aún que La Pobla de Segur. Él paseaba por las afueras del pueblo, cargado con su bolsa de viaje. Entonces vio que a cien metros de él había dos personas, un hombre y una mujer. Él la abofeteaba con la mano izquierda y ella trataba en vano de evitarlas. Él era un hombre moreno, alto, feo y aspecto de chulo. Ella, morena, ojos castaños, estatura mediana, que iba, como él, con ropa deportiva, verde claro ella y naranja él. Jaume se les acercó.
--¡Eh, usted! ¿Qué coño le hace a ésta chica? –gritó.
--¿Qué carajo se le ha perdido aquí, tío? –le preguntó él, mirándole con cara y voz de chulo.
--Nada. Déjela, que le hace daño –contestó Jaume, imitando la voz del otro.
--Creo que eres un gilipollas, tío, y te voy a dar p’al pelo –dijo el feo, que dejó a un lado a la mujer para enfrentarse con Jaume. Éste tembló un poco, ya que nadie es perfecto, y él no es ningún héroe, ya lo habíamos dicho. Pero intentó hacerle frente.
--¿Qué pelo? –preguntó Jaume, tratando un poco de intimidarle.
--No sé, se me ha ocurrido –contestó el feo.
Y forcejearon. Jaume le dio un puñetazo, dejándolo momentáneamente en el suelo. Pero decidió largarse de allí, a todo trote, ya que sabía que esos tíos hacen venganzas tales que a su lado Jack El Destripador sería un mariquita, con perdón. Y prefería largarse de allí muy rápido.
Pero allí cerca se hallaba otro hombre, también feo, que debía ser amigo del otro. Debió de verlo todo por que empezó a perseguir a Jaume y gritarle que se parara, entre tacos de todo tipo en su lenguaje. Jaume corría llevando en la mano su bolsa de deportes.
El resto ya lo conocen muy bien. Jaume prefería olvidar, pues ahora esos hijoputas estarán ya muy lejos (uno seguro, en el otro barrio), y descansó un rato, antes de acicalarse y ponerse guapo. Guapo ya lo era, pero con acicalarse, ya estaba aun más bueno.